miércoles, 13 de enero de 2016

Leyendas en Catalunya ("La Venganza catalana" [I])

El caso es que el emperador bizantino Andrónico II había contratado en 1303 los servicios de la Gran Compañía Catalano-Aragonesa, comandada por una especie de aventurero-condottiero nacido en Brindisi, el antiguo templario Roger de Flor, para que le ayudasen ante la cada vez más peligrosa expansión otomana. En Anatolia, por tres veces derrotaron a los turcos, siempre en inferioridad numérica y siempre causando grandes estragos al enemigo, pues tenían la "sana" costumbre de no hacer prisioneros, ejecutando a todo varón mayor de diez años.
Pero en la corte bizantina, tan aficionada a las intrigas, el triunfo no estaba bien visto. Celos del cada vez mayor poder de Roger de Flor, junto con la oposición de los muy influyentes genoveses (rivales de Barcelona en el comercio mediterráneo) y los continuos problemas con la población local (debido a que los almogávares se cobraban saqueando los salarios que el emperador tardaba en pagar) hicieron que se formara una facción opuesta a ellos que incluía al hijo del emperador, Miguel IX Paleólogo .
Pero el hijo de Andrónico, que reinó con el nombre de Miguel IX, no tenía a Roger y sus almogávares como santos de su devoción, y tras invitarles a un banquete en Adrianópolis para agasajarles, se los cargó, al jefe y a unos 100 oficiales almogavares (guerreros aragoneses de muy armas tomar). A Roger de Flor, tan brutal en el campo de batalla, su candidez e ingenuidad en el trato con la nobleza bizantina le costó la cabeza a él y a sus muchachos. Esto ocurrió el 5 de abril de 1305. Al recibir la siniestra noticia, los almogávares, justamente indignados, los pobres, desencadenaron una masacre entre los habitantes de Gallipolli, donde se hallaban acantonados. La traición bizantina había causado tal consternación entre las huestes catalano-aragonesas que juraron venganza sin dar cuartel. Y a fe que lo cumplieron.

 

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