lunes, 16 de noviembre de 2015

Asesinos en serie (Alfredo Galán [II])

Alfredo Galán Sotillo demostró ser un buen tirador en sus seis asesinatos y las tres tentativas. Todas sus víctimas fueron asesinadas a quemarropa, lo que explica por qué no reaccionaron. Siempre disparaba en la cabeza, la nuca o la espalda. Su primera víctima (5 de febrero de 2003) era un muchacho de 18 años que esperaba el autobús en una parada, cerca de Barajas. A su lado dejó un as de copas, al igual que en sus siguientes víctimas. Esta firma fue la que dio lugar a su nombre. Los forenses que intervinieron en la novena sesión del juicio coincidieron en algo: la persona que disparó contra las víctimas lo hizo a escasos centímetros, casi a quemarropa. Lo demuestra el hecho de que, al disparar a quemarropa, la pólvora quema el orificio de entrada. También hay restos metálicos procedentes del fulminante y, cuando toca el hueso, produce un fuerte estallido de la región ósea. Además, el propio humo de la detonación mancha la parte cercana a la herida. Los peritos que realizaron la autopsia de Juan Francisco Ledesma Ledesma coincidieron en que la bala entró por la región occipital —la parte trasera de la cabeza— y salió cerca del ojo derecho, lo que lo mató en el acto.
El disparo fue efectuado en una dirección paralela al suelo. Los forenses reafirman que el disparo pudo efectuarse con la víctima de rodillas, detalle que ya había sido expuesto por el asesino al entregarse en julio de 2003 en la comisaría de Puertollano. Una muesca en el zócalo de la habitación, procedente del proyectil percutido, así lo confirmaba.
Juan Carlos Martín Estacio fue asesinado con el mismo modus operandi. Murió de un disparo en la cabeza realizado por la espalda y con una trayectoria paralela al suelo.
Los asesinatos de Alcalá de Henares también fueron a bocajarro. El hijo de la dueña del bar Rojas, Mikel Jiménez Sánchez, murió por el balazo que entró por la región temporal y salió por la zona izquierda, para encajarse en el hombro. Juana Dolores Uclés recibió un disparo en la zona superior del ojo derecho. Al igual que los demás, el disparo fue mortal. El matrimonio asesinado, compuesto por George y Diona Magda, fue sorprendido en un pasadizo oscuro. El primero en ser disparado fue el varón, desde un lateral de su espalda. Su esposa, sorprendida, se giró e intentó protegerse con el brazo izquierdo. Alfredo le disparó tres veces más. Dos de los proyectiles la alcanzaron en la cabeza con una distancia de tan sólo cuatro centímetros. Murió a los dos días. La trayectoria de las balas era ligeramente descendente, como si hubieran sido efectuados a una gran altura. Galán Sotillo mide 1.90 m. El arma homicida es una Tokarev TT-33, calibre 7.62. El detenido explicó que la tiró a un vertedero de Puertollano.
Eduardo Salas resultó herido de un disparo en la cara el 7 de marzo del 2003, cuando estaba con una amiga, Anahid C., en la avenida de Viñuelas de Tres Cantos. De repente se les acercó un hombre alto que sacó una pistola y lo disparó una vez en la cara. El proyectil le entró por el carrillo derecho y le salió por la parte trasera del cuello. La víctima cayó desplomada al suelo, sangrando abundantemente.
Alfredo se acercó a la acompañante de la víctima con intención de efectuar otro disparo, pero la Tokarev se encasquilló. La mujer se arrodilló y se protegió la cabeza con los brazos. Alfredo tiró un dos de copas junto a su víctima.
Alfredo Galán Sotillo se entregó la tarde del 3 de julio en la comisaría de Puertollano (Ciudad Real), donde confiesa ser el asesino del Naipe

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