
Al anochecer la femenina figura desapareció y en una de las ramas dejó su prenda. El chal lleno de su esencia divina se convirtió en una deslumbrante flor, la orquídea tan misteriosa y delicada como la diosa. Ciertos hombres necios incapaces de ver todo lo que transmitía la flor la pisaron y la dejaron en el suelo sin piedad alguna. La planta lógicamente murió.
Pero la diosa no iba a permitir tal injusticia por eso hizo que los restos de la marchita flor se convirtieran en fértiles semillas para que desde ese momento todos los hombres pudieran admirar a esta nueva especie y para que aquellos mortales que logran ver más allá de sus propios ojos reconocieran en ella su visita fugaz a la tierra.
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