
Por un descuido, casi es descubierto
Peter Sutcliffe. En Abril de 1980 se le ocurrió embriagarse y fue
detenido por la Policía cuando fue visto manejando erráticamente. La
pena por esa infracción podía provocar la pérdida de su licencia de
manejo. Eso implicaba no más visitas a la chica de Glasgow. Para gran
fortuna de Sutcliffe los datos relativos a este incidente no fueron
cruzados con los bancos de datos dedicados al destripador de Yorkshire, a
pesar de que había instrucciones precisas de investigar cualquier
incidente de tránsito ocurrido cerca de las zonas rojas de Yorkshire.
Antes de asistir a su audiencia programada para Enero de 1981, Sutcliffe
atacó a sus cuatro últimas víctimas comenzando por Marguerite Walls y
terminando con Jacqueline Hill.
Después del asesinato de la señorita
Hill, la clase media británica montó en cólera por la falta de
resultados en las investigaciones. Hasta las feministas salieron a las
calles a protestar en una marcha muy concurrida. Entonces la Policía
recibió miles de cartas anónimas con información de posibles pistas y
sospechosos. Entre las cartas 7,000 anónimas, iba la del amigo de
Sutcliffe, Trevor Birdsall, quien desde el crimen contra Olive Smelt
guardaba sospechas, pero había pasado el tiempo y continuaba pensando
que Peter era incapaz de matar a alguien. Dos semanas después de enviar
su carta anónima, Birdsall se presentó a la Policía y llenó con un
oficial un reporte. Los datos fueron ingresados al sistema pero el
tiempo siguió corriendo sin que nada ocurriera, Birdsall pensó que la
Policía había investigado su reporte y que nada malo había con
Sutcliffe. La realidad era que la Policía estaba sepultada de trabajo
revisando y procesando información que se había acumulado tras 5 años de
investigaciones. La carta y el reporte de Birdsall no llegaron a tiempo
a las manos de los principales detectives del caso.
El detective George Oldfield era el encargado de la investigación pero a
falta de resultados y tras sufrir una serie de 3 infartos fue
sustituido por el señor Jim Hobson, quien ordenó en un mensaje publicado
a plana completa en el periódico que toda la Policía se enfocara en la
búsqueda y aprehensión del destripador de Yorkshire. Este llamado de
atención resultó a la postre fundamental pues en él establecía que, si
bien se buscaba una persona de marcado acento, no debía ser descartado
lo contrario. Otras directivas publicadas se referían al tipo sanguíneo y
otros detalles.
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