Edmund Emil Kemper, nació el 18 de diciembre de 1948 en
California. Como la mayoría de los asesinos recurrentes, se crió en el
seno de una familia conflictiva cuyos padres reñían constantemente y que
con el tiempo terminarían divorciándose.
Criado por una madre terrible, que no
vacilaba en encerrarlo en el sótano de su casa, Edmund Kemper se vuelve
muy tímido y se aísla más y más. Sueña con vengarse e imagina juegos
mórbidos en los cuales tienen un papel esencial la muerte y la
mutilación.
Una de sus grandes y enfermizas
fantasías infantiles era la de poder convertir a las personas en muñecos
(cosa que, en cierta forma, haría al crecer…), fantasía que estaba
ligada a esa tendencia de unir sexo y muerte, tendencia que siempre
manifestó como, por ejemplo, en aquella ocasión en que él y su hermana
menor Susan hablaban sobre el secreto amor de Kemper por su profesora de
escuela primaria. Su hermana, ligeramente sorprendida al escuchar algo
que en realidad era más o menos común, le preguntó al pequeño Kemper que
por qué no se atrevía a besar a su maestra. La respuesta la dejó
atónita: "No puedo. Tendría que matarla primero". Años después, Kemper
contaría que en cierta noche tomó una bayoneta de su padrastro y
se quedó parado mirando a la casa de su maestra; según dijo, "imaginando
que la mataba y me la llevaba para hacer el amor con ella".
Su primera víctima fue el gato de la
familia. Le entierra vivo y le corta la cabeza, la cual lleva orgulloso a
casa, donde la exhibe en su cuarto como un trofeo.
Es incapaz de expresar cualquier
sentimiento de afecto y sus compañeros evitan su presencia, pues les
asusta la manera en la que Kemper les mira fijamente, sin pronunciar
palabra. A los 13 años mata a su segunda víctima
de sus experimentos, otro gato. Mata al animal a machetazos y su madre
descubre los restos del animal ocultos en el armario. Le había cortado el cráneo para exponer el cerebro y luego lo apuñaló innumerables veces
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