
Fuster escribe des de la introspección existencial y con un alto grado de exigencia y experimentación formal. La soledad y la autoafirmación producen, en su caso, una escritura que se abre para todos y que no renuncia el compromiso social. La experimentación la aproxima a formas de la vanguardia y también a la tradición japonesa, al hilo de una tradición presente en Cataluña des de los años 20 y 30.
Independiente de la leyes del mercado literario, Felícia Fuster apareció y fue definida des de su primer poemario Una cançó per a ningú i Trenta diàlegs inútils como una voz original y ya madura en la literatura catalana. Una voz de mujer, audaz e intransferible
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