Hombre de gran virtud y piedad vivía comiendo frutos del bosque y bebiendo el agua clara que tenía junto a su cueva, la Cova de Fra Garí, que todavía se conserva y puede ser visitada.
Joan Gari se ganó la fama de santo por su vida contemplativa, pero el demonio se propuso arruinarle su santidad utilizando todas las tentaciones que fueran necesarias.
Es por ello que, Lucifer disfrazado de viejo ermitaño con aspecto venerable, se hizo el encontradizo con Joan Gari y este lo llevó a su cueva, donde no faltaba más que la cruz. Al notarlo Lucifer le comento, al viejo anacoreta el porque de la ausencia de imágenes o las cruces, Joan Gari le comento que costaban mucho dinero, que él no lo tenía, y que la grandeza de Dios era tanta que a él le parecían poca cosa las imágenes para adorarle.
Así, en ese tono, continuó hablando el viejo ermitaño, conquistando por completo el corazón puro y bondadoso de Joan Gari, que le escuchaba embelesado. Poco a poco, el demonio fue ganándose su confianza y desde aquel día, todas las tardes subía el joven a consultar al viejo acerca de sus dudas, sus vacilaciones, de lo que sentía y pensaba.
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